El Pantera fue la
antorcha
no necesitó decretos
para lucir minifalda
entre las sandalias
blancas
y su piel negra.
Tambaleó el taco fino
sobre las pelucas rubias
como todas las panteras.
En la luna sexual de la
Teja
jugó a ser la dueña de la
avenida
porque no tenía escrúpulos
para
tirar un guantazo o un beso largo
con el fin de endurecer
a los señores del
centro.
Esos señores
que venían al jazmín
del barrio
para ver como hacía el
Pantera
para soñar libre
libre su deseo.